(Por alguna razón que desconozco, esta entrada se ve HORRIBLE, sepan disculpar)
¿Qué quiere decir que un producto de ficción es sólido? Quiere decir que todos y cada uno de sus aspectos logran confluir de forma armónica y coherente. Esto no es para nada simple, requiere muchísimo trabajo y, aun contando con ello, puede fallar escandalosamente. Ahora bien, el problema de la solidez es que un producto puede tranquilamente sobrevivir en pantalla con todas sus falencias y, mientras el rating acompañe, probablemente pase desapercibido. Pero claro, cuando la tiranía de la grilla televisiva lo pone a competir con un producto realmente sólido, a la creación menos agraciada se le empiezan a notar las costuras hasta que, finalmente, explota como una piñata.
¿Qué quiere decir que un producto de ficción es sólido? Quiere decir que todos y cada uno de sus aspectos logran confluir de forma armónica y coherente. Esto no es para nada simple, requiere muchísimo trabajo y, aun contando con ello, puede fallar escandalosamente. Ahora bien, el problema de la solidez es que un producto puede tranquilamente sobrevivir en pantalla con todas sus falencias y, mientras el rating acompañe, probablemente pase desapercibido. Pero claro, cuando la tiranía de la grilla televisiva lo pone a competir con un producto realmente sólido, a la creación menos agraciada se le empiezan a notar las costuras hasta que, finalmente, explota como una piñata.
Convengamos algo:
Historia de un clan entro con ventaja a la competencia con Signos. Telefé no da
puntada sin hilo, y su nuevo unitario se montó en la cresta de la ola del
fenómeno taquillero que resultó ser el film de Pablo Trapero. De por sí
esta circunstancia es muy injusta para Signos, que se presenta de cero, con una
historia nueva y no con un relato híper mediatizado por el cual, de pronto,
todos sabemos quiénes eran los Puccio y qué fue de su caso de los 80 para acá.
Pero el problema no es este: el problema es que Historia de un clan es un
producto infinitamente superior, lo cual resalta todavía más las falencias de su
competencia.
Como les digo una
cosa les digo la otra. Los dos primeros capítulos de Signos auguraban un
thriller intenso y lleno de sorpresas. Pero los capítulos 3 y 4 pusieron en
evidencia los elementos que le juegan en contra. Con esto no quiero decir que
la serie sea mala: tiene buena historia y gran elenco, a su modo, funciona
bien. El problema es que el contraste con el monstruo que le pusieron adelante
es abrumador. ¿Cuáles son, a mi entender, los puntos donde Signos hace
agua?
1)El asesino que sigue un patrón.
Ante todo quiero aclarar que soy fan de los asesinos perversamente inteligentes, maquiavélicos, que tienen un plan concreto y lo llevan a cabo cuidando cada detalle (lo retorcido de la trama completa que desarrolló Jigsaw me mantuvo viendo todas las entregas de Saw, aún cuando ya se había vuelto una película gore clase B malísima). Pero también es cierto que al patrón de asesinato hay que ponerle sutilezas que lo mantengan interesante y, quizás, eso no está del todo aceitado en Signos. Pongamos por caso el capítulo de Leo. El asesinato del cazador que supuestamente era el mandamás del pueblo no significó nada. Sólo se nos contó que el tipo era así, así y asá, que Antonio (Chávez) le regaló la escopeta, y fin. No vimos al personaje en acción, como sí ocurrió con la malograda reina de belleza, y eso le quitó sentido al lugar de esa víctima en la historia.
De igual modo, en
el capítulo orientado al signo virgo, reconozco que la muerte de la esposa de
Antonio fue un golpe de efecto muy bueno. No la vi venir, él parecía tan
dedicado a ella que no se me hubiera ocurrido jamás que fuera a eliminarla como
un obstáculo. Pero lo hizo, y me aferro a estos giros como esperanza de que la
trama no se estanque.
2)Dos palabras: Claudia Fontán.
Perdón. Lo intenté. Juro que lo intenté pero no le cierra por ningún costado el rol de policía, y es un problema, porque es un papel protagónico. Para colmo, la interacción primordial se da con Alberto Ajaka, que está haciendo un excelente trabajo, lo cual resalta aún más el contraste. No digo que Fontán tenga que estar condenada a la comedia costumbrista, pero acá hay algo de su performance que no funciona y no le hace bien al unitario en su conjunto.
3)La puesta en escena
por momentos carece de fluidez. Por dar un ejemplo, en el capítulo del signo virgo, una nena viene corriendo hacia Fontán avisando sobre una situación violenta entre su mamá y su papá. Raro. Raro todo, la reacción de Fontán, la introducción de ese momento, como que algo no cuaja. Algunas situaciones se sienten muy forzadas y opacan una trama que, más allá de esto, está bien planteada.
Ahora bien, insisto, Signos es un buen producto, pero tiene la malísima
suerte de competir con un tanque. Si la cámara me acompaña…
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