martes, 6 de octubre de 2015

El clan Puccio, lado B


Claramente la intención de Luis Ortega y equipo es exacerbar la oscuridad y la perversión de la familia. Muchos pueden argumentar que es exagerada la atmósfera incestuosa, que Alejandro Awada practicándole sexo oral a Cecilia Roth es innecesario (ay, por Dios, el pelo de Awada), que la secuencia onírica del Chino Darín en el capítulo 3 es muy tirada de los pelos. Pero no. Todos estos elementos están pensados para generar incomodidad, para confrontarnos con la historia, interpelarnos, sacudirnos. Cuando uno quiere contar una historia basada en hechos reales, tiene dos opciones: o contás con la mayor fidelidad posible, de algún modo documentando el acontecimiento, o te centrás en las emociones, el contexto, la forma de contar e interpretar lo ocurrido. Esta última es la vía elegida por Historia de un clan y la celebro enormemente.

¿Cómo le haces un primer plano al infierno?


1)El elenco

 
 
 
 
 
Considero que HDC es uno de los mejores trabajos de casting que he visto en la televisión nacional. Cada uno de los miembros de la familia se ensambla con los otros cual piezas de rompecabezas. Es soberbio el trabajo que realizan en conjunto: el conflicto interno de Alejandro reflejado en la piel del Chino Darín, la complicidad silenciosa de la Epifanía de Roth, la inocencia absoluta de las hermanas, la participación boba en el crímen, casi como jugando, del personaje de Nazareno Casero. Toda esta estructura sostiene y resalta la figura de Alejandro Awada, un Arquímedes Puccio mucho más sucio y descarnado que el de Francella en el film de Trapero (según me han contado, no bien la vea saldrá una nota comparando ambas formas de contar la misma historia).  Un tipo capaz de soltar livianamente una frase como: “La familia tiene que tener un cuerpo que llorar. No somos animales”. Un tipo despreciable, vomitivo, escabroso, que seduce capítulo tras capítulo con su humanidad tan inhumana. Pero no me quedo sólo con la familia, realmente, el casting no dio puntada sin hilo.
 
 
El Federico compuesto por Matías Mayer nos genera angustia constante por la suerte que habrá de correr. El Coronel de Tristán nos seca la boca y nos atemoriza.Lo que vemos son personas con una bomba en las manos, siempre a punto de estallar, y gusta, convence, nos deja con ganas de más.

 

2)La música 

 
Incluso cuando se elige que esté ausente, este recurso es, para mí, clave en la construcción de toda ficción. Hay muchas formas de usarla y, en HDC, constituye un elemento de alto impacto. Voy a mencionar al menos dos escenas que me dejaron así:

 
 
La secuencia en la cual Silvia y Adriana le colocan las máscaras a su familia con Grasa de las capitales de Serú Girán de fondo, seguida de un baile que desconcierta: de un solo golpe te lleva a los 80 y, nuevamente, te incomoda, te ensucia.

 
 


Por otro lado, cuando Federico es trasladado en auto hacia el lugar donde van a asesinarlo, la canción elegida es The lion sleeps tonight de Token. Un contraste violento, una patada en la nuca. Celebro que elijan una canción que no tiene nada que ver con lo que está ocurriendo. Celebro cualquier ficción que te tire baldazos de agua fría.

3)La ambientación.


Todo está dispuesto al detalle para el clima de época: atuendos, autos, los ocasionales anuncios de TV, los productos en la mesa. Todo lo que vemos en pantalla grita 80’s, y eso nos transporta. Transportarnos, precisamente, es lo que hace un producto de ficción sólido. Historia de un clan es un bloque de cemento y, por suerte, restan 8 episodios para deleitarnos.

 

Vamos a seguir el contrapunto de Signos VS Historia de un clan capítulo a capítulo para ver la evolución de ambas historias. Los invito a comentar, participar, opinar, que siempre está bueno debatir sobre el arte de la pantalla, grande y pequeña.

 

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